Imagen: Gordon Johnson / Pixabay

A tientas en tiempos de transición energética

Guadalupe Rodríguez
4 min readJan 6, 2025

Sobre los recientes apagones eléctricos en países de Latinoamérica

Los emisores de CO2 y los grandes consumidores de energía del mundo, Estados Unidos, Canadá, China y Europa, planifican y llevan a cabo una mega transición energética y elaboran para esta estrategias y legislación para conseguir los metales necesarios para la misma.

Mientras, en Latinoamérica y otras regiones del Sur global, regiones productoras de metales, confrontan -paradójicamente- una profunda crisis energética y proliferan los apagones de la electricidad. Redes eléctricas obsoletas combinadas con sequías históricas crean el caldo de cultivo ideal.

Se dice que la llamada transición energética, concebida desde el Norte global, traerá a ese hemisferio un bello futuro “verde”, eléctrico y totalmente digitalizado. Es un proceso que pretende sustituir la energía a base de combustibles fósiles por energías renovables para la producción de electricidad. El plan incluye la eliminación progresiva del uso del vehículo tradicional y el fomento de cada vez más vehículos eléctricos, hasta igualar o superar en número a los vehículos de combustión. El futuro eléctrico ya se vislumbra en ciudades como Berlín, con abundantes automóviles eléctricos cuyos dueños andan convencidos y felices de estar contribuyendo de manera positiva con el medio ambiente y la salud del planeta.

Esta transición, siendo necesaria y urgente, tiene una parte muy controvertida: al depender de la extracción intensiva de metales como cobre, litio o níquel, entre otros, genera los problemas ambientales y sociales graves de los que hablamos desde hace años en este Medium. Especialmente en países del Sur global. Además, la reducción de las emisiones globales no está clara debido al crecimiento continuo de la demanda energética mundial.

Las regiones más industrializadas y desarrolladas del planeta acometen su transición energética y acompañan el proceso con políticas de eficiencia energética, de reducción de la demanda y procurando aumentar la proporción de energías renovables en la matriz energética, aunque de momento, más sobre el papel que sobre el terreno. Pero no se puede ignorar que unos 16,2 millones de personas en América Latina y el Caribe carecen de acceso justo e inclusivo a la energía eléctrica.

En América del Sur ha llovido este año 2024 menos del 25% de lo esperado, disminuyendo los caudales de los ríos y los niveles de los embalses, desatando una catástrofe en una región en la que la energía hidroeléctrica es la dominante. De manifiesto queda la situación de gran vulnerabilidad energética y la fragilidad de las políticas energéticas en países del Sur global. Al menos Costa Rica, México, Ecuador, Argentina, han estado sufriendo apagones en 2024. A veces programados, más o menos prolongados, según los casos. No se sabe con exactitud las previsiones y medidas efectivas que los diferentes países pretenden tomar a futuro para superar estas crisis energéticas.

La sequía extrema se expande por diversos países que confrontan crisis energéticas, debido a factores tanto climáticos como operacionales.

Estamos en tiempo de cambio climático, ante veranos con altas temperaturas, que suponen una demanda muy alta de electricidad, especialmente en los entornos urbanos. Con las altas temperaturas llegan también las sequías que entre otros muchos problemas mantienen bajo mínimos muchos embalses hidroeléctricos. Todo acentuado por la realidad del cambio climático. No hay que perder de vista que se encuentra activo el fenómeno de El Niño . Y un factor que incluye un grado variable de sorpresa debido a la intensidad, y por tanto la falta de previsión, ante fenómenos climáticos no nuevos, pero cada vez más violentos y con consecuencias más catastróficas.

Hay picos de demanda eléctrica a los que se suman infraestructuras anticuadas, ineficientes y escasez o nulidad de inversiones por parte de las compañías eléctricas, casi siempre privadas.

Como solución se apunta a la integración energética o intercambio de energía entre países con deficiencia y exedentes, actualmente en clave bilateral y subregional. Este tipo de proyectos significan modernización por un lado, aunque por otro, apuntan claramente al fomento de megaproyectos energéticos que concentran la gestión y la propiedad de la energía en manos de las grandes compañías eléctricas. Estas son especialmente conocidas por ser un motor de puertas giratorias y así de la corrupción.

Para avanzar estos proyectos se argumenta con la seguridad energética, pero los apagones son una realidad cada vez más presente. Y también lo son los proyectos mineros que abastecen la transición energética del Norte con consecuencias sociales y ambientales graves, que generan gran oposición y resistencia en las poblaciones afectadas.

Es otro síntoma de un capitalismo cada vez más en crisis. El debate sobre la transición energética, desigualdad y un Norte global que sitúa sus propias necesidades en el centro está, por tanto, servido y va a ser sin duda uno de los temas objeto de discusiones muy intensas en 2025.

Represa hidroeléctrica de Itaipú, en Iguazú (Imagen Germano Junior / Pixabay)

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Written by Guadalupe Rodríguez

Solidaridad con la resistencia y análisis de políticas que impulsan el extractivismo en sus diversas formas. Mirando al Sur. Salva la Selva. Red YLNM.

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